Algunos inconvenientes de las reuniones formales en los
centros son:
1. Los
participantes no siempre llegan a tener una influencia determinante en las
decisiones.
2. Suele
existir algún grupo que ejercen el control sobre los demás.
3. En
las reuniones solo se tratan asuntos de trámite, dar o recibir información o
sancionar decisiones ya tomadas.
4. Rara
vez los temas que se debaten tienen relación con la mejora de la enseñanza.
5. Los
miembros no docentes encuentran dificultades para participar a igual nivel que
los profesionales.
6. Etc.
Como resultado se pierde la confianza en la eficacia de
la participación, lo que lleva a adoptar actitudes de pasividad o incluso
abierta hostilidad hacia los sistemas participati¬vos.
El concepto de participación es escurridizo y difícil de
definir operativamente.
Reivindicar la participación de padres y alumnos no tiene que asociarse en principio a ningún
credo político, sino que es una exigencia de la calidad educativa.
Cuando se dice que la participación debe estar al
servicio de la calidad educativa, se piensa inmediatamente en la posible
intromisión de los padres en decisiones que competen a los docentes como
profesionales. Pero es que la profesionalidad de la actuación docente quedaría en
entredicho si padres y alumnos no asumen un papel activo en el proceso
educativo.
Es decir, el rechazo de los profesores a la participación
de los padres refleja una falta de confianza en sí mismos.
En resumen, la participación de los padres y alumnos no
se dirige a cubrir carencias de los profesionales, sino a asegurar que todos
asuman su responsabilidad educativa.
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